Parado

¿Qué a qué me dedico? Por su pregunta presupongo que no me recuerda. Que se le va a hacer. Hace algunos años armé bastante revuelo en los medios, y no solo en los que publican cualquier cosa. Si le interesa le puedo contar mi historia, de todas formas aún falta para la próxima parada. ¿Sí? De acuerdo.

Para ponerle en antecedentes, yo era un aqua. Sí, no me mire así, he dicho “era”. El mío es un caso muy poco común, único en el planeta en realidad, aunque han llegado a mis oídos que hay otros como yo en distintitos lugares de la Federación. Bueno, era un aqua y tenía absolutamente todo lo que necesitaba. Ropa al último giro, complementos destacados y amigos, muchos amigos… si se les puede llamar así.

Acababa de finalizar mi Ciclo Básico y hacer mi décima Evaluación Anual. La mayor parte de mis amigos ya estaban en sus escuelas de especialización desde hacía unos cuantos meses y aunque unos pocos estaban bastante decepcionados porque no les habían asignado lo que esperaban. Pero de todas formas las aceptaron sin rechistar.

¿Qué a usted tampoco lo asignaron en lo que esperaba? Al menos tenía un sueño y unos gustos concretos, yo no sabía qué era lo que me gustaba ni lo que quería hacer. Fíjese, con quince años, sin saber qué hacer con mi vida, y no me preocupaba en lo más mínimo, aunque en mi casa todos estuviesen ansiosos y quisieran que fuese alguien importante, con altas cualificaciones, muchos privilegios y todo eso. Supongo que pasa en todas las familias.

Pero la primera asignación fue una decepción para mí. Ciclo Medio de Relaciones Públicas, compatibilidad del 97% ¿Se lo imagina? Vamos, sé que son importantes y necesarios, pero ni por asomo se me ocurriría ser uno de ellos, todo el día conociendo a gente nueva, sonriendo y poniendo buena cara a todo el mundo. Ese trabajo no era para mí, aunque la verdad aún no sabía qué era lo que quería hacer.

Aún recuerdo los catálogos y folletos que me mandaron, pero pese a todo no me dejé impresionar. Si, sé que cuando uno piensa en un relaciones públicas se imagina a un portavoz, un empresario o, si tiene imaginación, le vendrán a la cabeza los auxiliares en exposiciones, conferencias y demás. Sí, lo piensa. No ponga esa cara. Sabe que tiene que haber mucho más pero es lo primero que se le ocurre. No se preocupe a mi me pasó igual.

Cuando en casa les dije a mis padres que no pensaba aceptar aquella asignación reaccionaron de maneras muy distintas. A mi madre no le molestó demasiado, es posible hasta que estuviese orgullosa, no soportaba a la gente que se pasaba sonriendo todo el día y estrechando manos… a saber lo que se imaginaba. Pero mi padre… Nunca lo había visto tan enfadado. Le temblaban los puños y farfullaba cosas como: que era un lastre para el honor de la familia, que no tenía derecho a negarme el trabajo que mejor haría, que tendría que haber salido como mi hermano. Sí, mi padre es bombero y encima, honorista estricto.

No tenía muchas opciones para escoger y ninguna de ellas me atraía en lo más mínimo, aunque finalmente me decidí a intentar un Ciclo de Artes Dramáticas y Escénicas. No crea que me fue bien, no llegaba a un 40%, pero la compatibilidad no lo es todo, ¿no cree? De todas formas, a todo el mundo le gustan las actuaciones, espectáculos y demás, y mentir se me daba bien. Lo llevaba haciendo en casa desde que tenía trece años y no me habían pillado nunca. O eso pensaba, claro. No supe donde me metía hasta que fue muy tarde.

Ni siquiera aguanté los cuatro días de pruebas, al final del primer día me llamaron al despacho de uno de los profesores y me dijo que lo dejara y tratara de escoger otra asignación. ¿Qué por qué? Según ellos aunque tenía aptitudes físicas, en cuanto a las aptitudes de interpretación, no era que aún no estuviesen maduras o necesitaran ser pulidas. Según ellos no tenía el más mínimo talento para ello. Ya no me importaba, la verdad. Pasarme todo el día en una enorme sala vacía fingiendo ser, hacer o tener entre las manos cualquier cosa no iba conmigo.

Nada más llegué a casa llamé a uno de los juristas que conocía, aunque lo correcto sería decir que estudiaban para juristas. No tenía ni idea, como la mayor parte de la gente, aunque la verdad es que me recomendó una y otra vez que aceptara la primera asignación y me olvidara del asunto.

¿Sabe? Es sorprendente, todo el mundo asume que lo importante es como rindas en tu trabajo y si estás hecho para él. No importa en lo más mínimo que te interese, o que creas que serás mejor en otro campo. En estos años he leído mucho y averiguado cosas curiosas que antes ni siquiera se me pasaban por la cabeza. ¿Sabía por ejemplo, que durante el Éxodo había solo tres castas? ¿O que en el planeta natal la gente escogía qué quería hacer con sus vidas y trabajos sin importarles lo que les dijeran los demás? Sí, tiene razón. Me aparto de mi historia.

¿Recuerda su Mes Electo? Seguro que se lo pasó de fiesta y celebrando el cambio. El mío fue bastante distinto, me lo pasé dando vueltas en mi cama y mi casa, intentando decidir cuál sería mi futuro. Antes de darme cuenta ya habían pasado treinta días desde la evaluación y me encontré sentado en una silla de una sala de espera del urbs, con mis documentos aún sin cubrir y mi mente en una absoluta confusión. Ninguna asignación me atraía en lo más mínimo y si no hacía algo pronto, pasaría el resto de mi vida en un trabajo que odiaría.

¿Qué haría usted? No me lo diga, aceptarlo y cubrir los documentos. Yo me lo planteé, pero en cuanto me senté en la mesa de la funcionaria laboral, su voz y aspecto cansado hizo que me decidiera y en cuanto me senté le solté:

- No he escogido ninguna asignación-, dije al tiempo que le entregaba los documentos en blanco. Pareció que había caído una bomba en medio de la sala.

- Querrás decir que has escogido…

- No. He dicho que no pienso aceptar ninguno de estos destinos-, remarqué con orgullo. La cara de aquella funcionaria era todo un aliciente para mi autoestima y continué-. No me interesa ninguna de esas ramas laborales y creo que se han equivocado al asignármelas.

- Deje aquí la documentación. Necesito que firme estos resguardos de entrega-, dijo claramente. Lo hice rápidamente-. ¿Algo más?

- Por ahora no. Puede marcharse.

Toda aquella mañana estuve deambulando feliz y extasiado por el pueblo, parándome a hablar con todo el mundo que me topaba y entrando en cafeterías y bares. Sin embargo no le conté a nadie lo que había pasado. Aquel día, mi padre jugaba un partido de Threeball de la liga local en otro pueblo y mi madre estaba en un viaje de negocios. Por eso cuando una vez en mi casa y mientras me comía un bocadillo, fui a abrí la puerta y vi a aquellos dos policías en la entrada, me quedé blanco.

Sí. Me mandaron a la policía. Un par de agentes se presentaron en mi casa y antes de poder decir nada, me plantaron una orden de detención en la cara y con voz dura me pidieron que los acompañara. Me gustaría decir que conservé la calma, pero mi mundo se vino abajo. Tuvieron que agarrarme y meterme a empujones en su patrullera. No es que me resistiese, pero es que no podía ni moverme.

A partir de entonces comenzó un periplo de casi dos meses, ante un juez al principio y finalmente ante un Triunvirato Judicial ¿Sabe lo que es? Bueno, no es de extrañar. Los triunviratos solo se reúnen en casos excepcionales o controvertidos. Al principio intentaron convencerme, pero yo intenté defenderme y atenerme a mi punto de vista. Sugerí opciones, pero me las rechazaron todas. ¿Cuáles? Me atraía la literatura, la historia, la enseñanza… pero al parecer mis resultados académicos no eran adecuados. Hubo muchas otras sugerencias por mi parte, pero ninguna parecía ser válida

Mis opciones se reducían a escoger en aquella corta lista de asignaciones. Ya casi me habían convencido, pero un día una de las opciones en la lista se esfumó. Desapareció, sin más. Pedí explicaciones, pero solo me dijeron que ya no podía optar a ella. ¿Lo entiende? Siempre hablaban de que las asignaciones dependen de la constitución física y mental de las personas, pero eso supondría que no se puede descartar una así como así. ¿Comprende el problema?

Eso hizo que me reafirmara y siguiese fiel a mis ideas continuando negándome a aceptar las opciones que me ofrecieran. Dejé de molestarme en sugerir otras y me sometieron a varias pruebas físicas, mentales… de todo tipo. No tengo ni idea de para que servían y mi jurista me repetía una y otra vez que no podía negarme.

¿Qué quiere saber los cargos que presentaron? Al final del juicio acumulaba nueve, entre ellos rebelión, obstrucción social y educativa, desacato… Yo no estaba de acuerdo con ellos, desde luego, pero aún así no tuve ninguna oportunidad. Me declararon culpable, menuda sorpresa. Tres días tardaron en dictar sentencia mientras permanecía encerrado en los calabozos del juzgado.

Fue muy difundida y recuerdo casi todo el discurso final del juez… ¿Es esta su estación? Bueno, siento dejarle la historia a medias. Sí, como es obvio me condenaron y ya no pertenezco a ninguna casta. No, el placer ha sido mío. Siempre es agradable contar mi historia. Adiós…

Sí, adiós. Tiene su trabajo, tiene sus amigos y seguramente también a su familia, yo no tengo nada. Sin casta no hay educación, sin educación no hay trabajo y sin trabajo… Ahora solo consigo sobrevivir por la gracia de la Federación. Con la Ciudadanía Plena que “generosamente” me otorgaron antes de tiempo no podría residir en la casa de mis padres aunque estos quisieran hablarme. Me han repudiado por completo para evitar la deshonra, mis antiguos amigos me han rechazado y no contestan a mis, cada vez más escasos, intentos de contactar con ellos.

Aún faltan más de siete años para que me restauren en mi casta y no puedo ni imaginar lo que me queda por aguantar. No tengo un mísero crédito, ni privilegios de ningún tipo. Solo puedo contar con la discreta ropa y frugal pero más que suficiente comida que me entregan puntualmente y según lo establecido en mi condena, en el pequeño cubo que me concedieron en la zona más apartada y menos poblada de la ciudad.

Pero lo peor es el tiempo. Sigo teniendo demasiado y absolutamente nada que hacer con él. Los lugares a los que antes iba ya no están a mi alcance, las redes de noticias, comunicación o información me están vedadas y los accesos a edificios públicos casi siempre restringidos. La única manera de pasar el tiempo que tengo es vagar en los espacios y transportes públicos, completamente libres y gratuitos.

Con suerte logro recoger algún retazo de información de las pantallas o de los pasajeros, aunque generalmente sigo prefiriendo hablar con cualquiera, antes que soportar el silencio de mi soledad. No podré soportarlo…

Perdone, estaba distraído. Sí, claro, está libre ¿Hasta dónde va? Supongo que es usted ingeniero, ¿he acertado? ¿Yo? Es curioso que lo pregunte. A nada. Si, exacto. Si quiere le cuento como he llegado a esta rara situación…

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