En
una pequeña sala oscura, tan solo iluminada por los informes proyectados en las
pantallas, tres personas estaban reunidas en torno a una de las mesas. En cada
uno de los lados de la pequeña mesa triangular, una silla de alto respaldo
acogía a aquellas figuras sombrías.
Cada
uno representaba a una casta distinta y por lo tanto cada uno tenía sus
prioridades en cuanto a las preferencias de sus elecciones. Todo el mundo temía
lo que allí se decidía y los miembros de aquel comité conocían bien la
responsabilidad que tenían con la especie humana.
- ¿Qué tal
este? -, dijo la única mujer del grupo, destacando un informe con un gesto
automático. Llevaba varia horas sentada en aquella sala y las holgadas ropas
azul celeste, que disimulaban su avanzado estado de gestación al tiempo que
sostenía su vientre, comenzaban a molestarle-. Aunque es muy joven ya ha
demostrado su compromiso y determinación en más de una ocasión.
- ¿Takahashi
O’Brian? No dudo de su compromiso, pero no sirve-, le respondió el viejo que
ocupaba otro de los asientos. Su grasienta y rala melena blanca onduló sobre su
mono negro y naranja cuando se inclinó sobre la mesa y volvió a colocar los
informes dispuestos en ella-. Es uno de los técnicos que más despacio progresan
y no creo que logre conseguir la formación y experiencia necesaria para la
misión.
- Es lógico
considerar el enviar a los menos capaces si de todas formas ya sabemos que no
van a volver-, repuso el musculoso hombre que ocupaba el asiento restante. Su
ceñido uniforme blanco resaltaba la fuerte musculatura, que conservaba de los
años de su juventud, y el frondoso pelo blanco, que traslucía sus constantes
preocupaciones-. Así nos evitaríamos tener que continuar cargando con un inútil
y la nave que lo reclame tendrá que hacerse cargo de él.
- No vamos a
desprendernos de los cabezas de serie, tenéis razón, pero tampoco podemos
permitirnos otro conflicto diplomático como el que causó Vinográdov-, objetó la
mujer-. No podemos permitirnos enviarles a otro inútil de ese calibre.
- Marcos
Vinográdov no era un inútil. Simplemente no pudo soportar la presión y estalló
del modo más inconveniente-, repuso el viejo técnico hundiéndose en el asiento
mientras se acariciaba el mentón pelado-. De todas formas hemos modificado e
intensificado los análisis psicológicos para evitar ese tipo de casos… Con
buenos resultados por el momento ¿Qué tal Cho Jaeger?
- Lo siento,
no creo que sea la más adecuada-, replicó el viejo soldado-. Sus informes
médicos indican que aun ahora no soportaría las condiciones a las que se vería sometida.
- Tiene
tiempo para entrenarse-, replicó la burócrata mientras bebía de un vaso con un
líquido cremoso de color verde de su dieta prenatal. Tras tragar el espeso
líquido con una muesca de disgusto, y un par de toses, continuó con una
indignación contenida-. De todas formas le vendría bien moverse un poco más…
- Ese no es
el tema a tratar aquí, y lo sabéis-, replicó el militar-. No es la idónea. Si
no puede mantener una rutina de ejercicio y el control sobre sus hábitos
alimenticios no nos sirve para la misión. Yo sugiero a Erwin Armstrong.
- ¿Ese
prepotente mimado?-, preguntó el técnico con sorpresa-. Podría hacerlo muy
bien, pero su madre causará muchos problemas en el Consejo en cuanto se entere.
- ¿Esa jueza
maniática del control? Que los cause si así se siente mejor, en cuanto lo haga
tendrá que rendir cuentas y pagar por sus abusos-, rió la mujer-. Pero creo que
su madre no es el verdadero problema de Armstrong, sino que lo es su carácter
descontrolado y caprichoso. No atendrá a ningún tipo de órdenes una vez en su
destino y según mi opinión, acabaría causándonos más problemas que cualquiera
de los demás candidatos.
- Es una
buena apreciación. Retiro mi apoyo, así que queda descartado -, dijo el técnico
mientras se recostaba en su silla y deslizaba el informe hacia la zona de los
descartados. Caviló durante unos momentos recorriendo la lista con ojos
entrecerrados y finalmente dijo-. ¿Y Vladimir Balani? Es un buen técnico con
posibilidades de ascenso aunque poca capacidad inventiva, sin embargo siempre
se ha crecido ante las dificultades… además ya ha alcanzado el cupo de dos
hijos.
- Me opongo
rotundamente-, dijo el militar incorporándose en el asiento-. No es el
adecuado.
- ¿Por algún
motivo en concreto? ¿O es solo para que tus nietos no se queden sin padre? -,
dijo muy seria la mujer mientras alzaba una ceja y lo miraba molesta-. Creía
que eras lo suficientemente objetivo como para no abandonarte a ese
comportamiento. Además, ¿no eras honorista?
- No soy tan
buen practicante, me temo-, dijo con pesar-. Me importa demasiado mi familia.
- Míralo de
este modo, viejo amigo-, dijo el técnico mientras lo encaraba y adoptaba el
tono de sabio profesor que sus alumnos siempre acababan odiando-. Le concederán
un aumento automático de grado en cuanto acepte, con todos los privilegios que
ello conlleva. Sobre todo en esos grados tan bajos en los que se encuentra
actualmente.
- Además, sin
duda le concederán una tercera licencia de paternidad y no esperamos que el
intercambio sea efectivo hasta dentro de seis o siete años, como pronto-, dijo
la mujer mientras palpaba su vientre con cariño-. Tu línea genética se verá muy
favorecida con un quinto nieto, tu hija lo acabará aceptando. Sobre todo cuando
comprenda que podrán verlos crecer juntos… al menos unos cuantos años. Y sabes
de sobra que nadie ha podido tener tres hijos desde hace más de setenta años.
El
viejo militar comprendía que sus compañeros tenían razón. El Plan exigía de vez
en cuando, que uno de los técnicos que mantenían las centenarias naves
científicas y a la población viva, se sacrificara voluntariamente. El problema
comenzaba cuando era un miembro de la propia familia quien era el idóneo para
ese cometido. Vlad no le caía demasiado bien, pero su hija lo quería con locura
y no podía arrebatárselo a su pequeña. La quería demasiado.
- ¿Puedo
tomarme un día para pensarlo? -, dijo el militar con ciertas dudas que se
guardó mucho de reflejar.
- No -,
dijeron al unisonó sus compañeros.
- Necesitamos
un candidato firme hoy mismo-, dijo el viejo técnico.
- Decídete-,
apostilló la representante burócrata.
Cerró
los ojos y durante menos de un segundo permaneció en silencio. Vació su mente
de todo pensamiento, como se enseñaba en los templos honoristas de la Flota y
esperó que la respuesta correcta surgiera por sí misma. Las palabras surgieron
de sus labios y pudo oír, como quien oye a otra persona.
- Adelante,
Vladimir Balani es el adecuado para la misión.
- Conforme-,
corearon los otros dos.
Levantaron
la sesión dejando la designación de los substitutos para otra ocasión y
salieron de la sala atravesando las gruesas puertas que daban a la cubierta de
mando de la nave. Caminaron en silencio por los pasillos custodiados por
soldados armados y, tras atravesar varios controles de seguridad, los tres
entraron en otra sala con forma de auditorio. Se separaron y se sentaron cada
uno en el asiento que hasta ese momento habían ocupado sus ayudantes.
- Nuestro
embajador en el Arca aún no ha conseguido negociar la entrega de las semillas
que necesitamos para completar el proyecto Miescher-,
decía el burócrata que ocupaba el estrado-. El equipo diplomático se está
topando con una fuerte oposición de la población a que… “los herejes impíos profanemos esos Lugares Sagrados”.
- Según
nuestras fuentes, varias de las sectas más radicales han creado una alianza y
han logrado hacerse con el control de uno de los bancos genéticos-, interrumpió
un militar del cuerpo de inteligencia que también se hallaba en el estrado-.
Aún faltan dos bancos por duplicar y por eso propongo de nuevo que se realice
una incursión para obtener los mapas genéticos de las semillas que aun no hemos
conseguido.
Los
murmullos de desconcierto se extendieron por todo el auditorio. No era la
primera vez que se sugería aquel plan, pero hasta el momento la situación no
era tan desesperada como para llevarlo a cabo.
- Hemos
conseguido evitar las hostilidades entre tres naves corporativistas y el Arca
este mismo año-, dijo uno de los asistentes de alto rango-. Tenemos que
hacernos responsables de las repercusiones internas que eso ha acarreado y
acarreará. ¿Acaso no estamos en una de las líneas principales de desarrollo
previstas por el Plan? Mantengamos la cabeza fría. No podemos permitir que los
ánimos nos arrastren hasta una situación como la de hace veinte años.
- No veo la
necesidad de ello-, continuó el burócrata del estrado-. Aun faltan ciento
veinte años hasta el encendido de los motores, la situación no es para nada
desesperada. Pero sobre todo, el embajador cree posible negociar el acceso a
ambos bancos genéticos de un modo seguro y pacífico si le concedemos tiempo
suficiente.
- ¿Y qué
tendremos que ceder esta vez?-, preguntó una voz en medio de la multitud.
- A algún
técnico para que esclavicen, casi seguro-, sentenció alguien anónimamente.
- No. Se
acordó que solo se les proporcionaría información tecnológica, debidamente
limitada, por supuesto-, añadió causando una leve risa general-. Seguramente
demandarán avances en computación, ingeniería hidropónica o incluso puede que seamos
capaces de convencerlos para que se conformen con avances farmacológicos.
La
reunión continuó varias horas, poniendo al día los delicados asuntos que se
entrelazaban en el Plan. Siempre era el Plan. Y por un Plan, diseñado
originalmente hacía siglos y que solo se comenzaría a ver realizado tras varios
siglos más de ardua labor, la gente vivía y moría dentro de aquella nave.
Al
viejo soldado no le gustaba, aunque lo entendía a la perfección. Sin embargo
para él, lo peor era que por su profunda comprensión del maldito orden de sucesos
previstos, de las múltiples opciones que se entrelazaban y ataban en un rumbo
concreto, no podía dormir. Se mantenía despierto y atormentado por la enorme
cantidad de detalles que podían fallar.
Un
disparo. Solo hacía falta el disparo de un arma para que lo que quedaba de la
humanidad se extinguiese entre venganzas sin sentido. Y sin embargo allí
seguían, como todos los gobiernos que otrora los habían precedido, arriesgando
el porvenir sin garantía alguna. Arriesgando a toda la humanidad a una sola
carta. La única que les quedaba.
Cuando
la reunión acabó y hubo atendido a todas las personas con las que necesitaba
hablar para controlar la gigantesca cantidad de temas de los que tenía que
ocuparse, se encaminó con firmeza y resolución por los estrechos pasillos hacia
las cubiertas de vivienda. Pero en cuanto entró en su camarote y la puerta se
hubo cerrado, las fuerzas le fallaron y sus hombros cayeron con el peso de la
culpa y la responsabilidad.
No
pasó mucho tiempo hasta que una de las paredes se convirtiese automáticamente
en un fondo negro salpicado de puntos blancos y, tras haberse arrodillado
frente a aquella pantalla las luces se atenuaron y pudo permanecer contemplando
los detalles que aquel inmenso paisaje ofrecía, con una mirada que vagaba
perdida en sus recuerdos.
En
unos pocos segundos había localizado las veinte naves fabriles, gran parte de
las que se había llamado Flota de Evacuación hacía siglos, pero que ahora era
simplemente lo que quedaba de la humanidad. Aquellas veinte naves no eran más
que fábricas orbitales transformadas en
cavernas esclavistas, donde la inmensa mayoría de sus ocupantes se veían
obligados a trabajar sin fin. Fabricando piezas de repuesto para las propias
naves, reprocesando los desperdicios y produciendo objetos inútiles que se
destruían una y otra vez. Todo ello para mantener en marcha la monstruosa
maquinaria y tener subyugados a los esclavos. Lo había visto en persona y el
mandar a hombres allí en canje por algunas de esas piezas o materiales era solo
una de las cosas que le quitaban el sueño.
Pero
el Arca no era mejor que las fabricas. El vergel y exuberante paraíso verde y
azul que contenía el interior de aquel enorme cilindro rotante, solo era la
agradable fachada del fanatismo, la autosuficiencia y la condescendencia más
absolutas que sus ocupantes exhibían constantemente.
Antes
de la Gran Revuelta Terrestre había sido Ciudad Lagrange y las otras
veinticuatro naves, tan solo estaciones secundarias de producción o
investigación, creadas en origen para acelerar la construcción de la joya de la
humanidad, pero que por aquella época seguían funcionando pese a haberla
terminado.
Aquella
deslumbrante joya de opulencia tecnológica había sido transformada por
necesidad en un transporte de refugiados. Además se les añadieron a todas las
estaciones motores, dormitorios, amortiguadores de inercia, reactores,
colectores electromagnéticos, campos hidropónicos… todo lo necesario para
transformarlas en naves generacionales. Todo, salvo sentido común para sus
pasajeros.
Era
historia antigua. El descomunal cilindro rotatorio de la estación espacial se
transformó en el hogar de veinticinco millones de personas, elegidas por los
gobiernos “victoriosos” entre sus ciudadanos más eminentes. Pero dada la
enfervorecida religiosidad, encendida por la proximidad del Fin de la Tierra,
se desataron disturbios en ella antes incluso de partir que redujeron su
población a poco menos de dieciocho millones antes de que la cordura se
impusiera de nuevo entre los escasos supervivientes.
Mientras
tanto las corporaciones, consorcios, holdings y todo tipo de agrupaciones con
posibilidades económicas, trasladaron a todos los trabajadores que pudieron a
las fábricas, ya que sus propietarios habían comprado plazas en el Arca hacía
tiempo. Sin demora los pusieron a trabajar en las naves fabriles que aún
poseían y se adueñaron del alimento, el aire, la luz, y de todo lo que jamás
pudieran poseer sus trabajadores, creando una sociedad donde en teoría no había
esclavos, pero que rápidamente llegó a permitir el intercambio de personas por
dinero y recursos.
Y
luego estaban el grupo que se había hecho con el control de las naves de
investigación durante el mismo viaje. Sus antepasados ayudaron a los
científicos a trasladarse desde el Arca, arrepentidos tras notar como los
credos cambiaban cada pocos años y el deshonor…
- Papá,
¿estás bien? -, sonó una agradable voz por el intercomunicador sacándolo de sus
ensoñaciones con rapidez. Murmuró una orden y la puerta se abrió en silencio-.
¿Qué te pasa? ¿No puedes dormir?
- No-, la
interrumpió con firmeza. La joven no añadió más y esperó en la oscuridad a que
continuara-. Hoy he estado pensando en tu madre.
- Papá… hace
casi veinte años que…
- Lo sé. Pero
he pensado en ella. Nunca te conté como…
- Nunca te lo
pregunté, papá-, dijo la chica acercándose, arrodillándose a su lado y
abrazándolo cariñosamente-. Sé que te atormenta y que por eso no te casaste de
nuevo. Pero no soy yo quien tiene que dejarla ir.
- Dime qué
ves-, dijo tras un largo rato de silencio mientras su hija se sentaba a su lado
y le pasaba el brazo por la espalda.
- A un viejo
militar de tez arrugada y barba canosa que contempla la Flota por su ventana.
- ¿Ves el
Arca?
- Si.
- Allí murió
tu madre-, dijo con el mismo tono suave de voz. Su hija giró la cabeza y lo
contempló con ojos inexpresivos-. No era una visita de estado. No estaba
destinada al servicio de embajadas. Estábamos en…
- En una
misión. Lo sabía -, dijo con voz suave mientras esperaba que continuara.
- No puedo
contártelo…-, dijo apesadumbrado mientras recordaba la cara de su mujer
derritiéndose entre el fuego líquido del plasma y gritándole que la ayudase-.
No puedo más. Estoy cansado, cariño. Estoy agotado.
- Solo
necesitas descanso. Unos días de relajación sin trabajo. Llamaré al…
- ¡No!-,
ordenó con firmeza pero sin gritar. Apoyó una mano en el suelo y se incorporó
para dirigirse a la cama-. Déjalo estar. Tienes razón. Solo necesito descansar.
Se me pasará, solo necesito dormir.
La
cama se desplegó y, tras tomar un par de pastillas, se tumbó en ella y se tapó.
Su hija se quedó durante un rato y luego se marchó, aún preocupada por el tono
y los gestos de su padre.
Antes
de rendirse finalmente al descanso sin sueños que se había inducido, una
turbadora escena apareció diáfana en la mente del viejo soldado. La cara de su
yerno derritiéndose en el sudor de la esclavitud a la que se vería abocado por
las pocas toneladas de Helio 3 que se obtendrían por él. Y pese a que sabía que
eran indispensables para prolongar el viaje según el Plan, su hija lo miraba
furiosa y con desprecio y sus nietos lloraban desconsolados por la ausencia de
su padre.
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